14 ago 2015

El "Síndrome Keylor Navas" o la venenosa envidia que nos carcome

Estoy hasta la coronilla de los "serruchapisos" que siempre hablan mal de Keylor Navas, desde periodistas deportivos hasta “críticos profesionales de las redes sociales”.  Todos los santos días hay notas en la TV, el periódico, la radio y cualquier perfil de Facebook intentando encontrar lo negativo en su desempeño o incluso, en su vida privada.

Que si Keylor está fingiendo la lesión. Que si fue su culpa que perdieran el partido. Que si cuando el entrenador lo llamó fue para regañarlo. Que si es sólo un porterillo más para pasar el rato mientras acuerdan la compra de otro. Que si se casó por la Iglesia por moda o porque es católico de verdad. Que si su esposa llevaba mucho maquillaje durante la boda. Que si Keylor compró un carro de x marca o viste una camiseta que vale 100 mil. 


Todos se creen miembros de la Directiva del Real Madrid. Todos son el entrenador del mejor equipo del mundo o peor aún, Dios Todo Poderoso. Todos tienen un aporte que hacer al respecto en la estridente competencia por ser quién más daña el prestigio del portero tico.

Navas no es santo de mi devoción, lo reconozco. Digamos que cuando lo conocí no me cayó muy bien. Pero su historia es inspiradora. Es un luchador, un guerrero. Empezó desde abajo: nació y creció en una familia humilde de Pérez Zeledón donde su abuelita lo cuidó con cariño; hijo de una madre honesta y trabajadora y un padre de origen indígena Térraba. Entrenaba en el pueblo y luego, arriesgó todo, dejó la protección de su casa y el calor de su hogar para vivir en San José, siendo sólo un jovencito, con tal de perseguir su sueño que hoy lo lleva hasta España.

Hoy, ese chiquillo moreno y guapo de la Zona Sur se codea con los grandes;  NO por suerte o porque De Gea cobra mucho o porque al Real le sobra plata (como para tener montones de porteros en banca), sino porque es talentoso, perseverante y sigue sus sueños. Punto. Se lo merece. Se lo ha ganado.

¡Ya basta de achacarle a mil circunstancias externas el éxito de un hombre que ha breteado hasta el cansancio por estar donde está!

¿Si fuera un muchacho pudiente diríamos que está ahí por argolla? ¿Si fuera mujer diríamos – como muchas veces odiosamente pasa – que llegó a la cima porque se acostó con el jefe o el entrenador de turno? ¿Si fuera argentino diríamos que está ahí porque los argentinos o los brasileños siempre son “toda” en el fútbol? ¿De un extranjero es aceptable que sea bueno, pero los ticos somos tan poca cosa que no podemos ser exitosos en el campo que sea?


Déjemos de ser tan envidiosos, tan egoístas, tan poco empáticos y celebremos que Keylor está donde está; que sea el portero del Real Madrid. No para que él nos deposite una parte de su (impactante) salario como agradecimiento por hacerle barra, sino porque viéndolo a él podemos tener la absoluta certeza de que nosotros también podemos.

Nosotros también podemos sacar una carrera; montar una empresa propia; viajar por el mundo; practicar un deporte; tener una vida sana; sacar adelante una familia o cualquiera que sea nuestra meta. Porque tenemos la capacidad para soñar y la voluntad para hacer realidad esos sueños. Igual que Keylor. 

Que Keylor nos sirva de ejemplo. Que Keylor nos inspire.

Aún recuerdo el discurso que dio en Pérez cuando – erróneamente – le pusieron su nombre al humilde estadio local. ¡Fue increíble! Se me puso la carne de gallina y lloré de la emoción. (Si algún día lo despiden del Real que se dedique a dar charlas motivacionales). Y todo su mensaje se resume en la siguiente línea: “Si yo lo logré, ustedes también pueden hacerlo.”

¿Pero cómo vamos a lograrlo si estamos demasiado ocupados hablando mal de Navas? ¿Cómo vamos a lograrlo si estamos siempre enfocados en criticar a los demás, en hablar de los demás, en burlarnos de los demás; de sus esfuerzos, de sus sueños, de su trabajo?

Keylor es sólo un ejemplo de la horrible guerra que le decretamos a muchas otras personas cuando son exitosas. Porque la prosperidad del otro nos molesta, nos estorba; nos hace darnos cuenta de lo que podríamos haber sido y quizás no somos.

Y lo que molesta aún más que el éxito ajeno, es que ese éxito haya sido alcanzado por un ser humano que es auténtico – que, por ejemplo, se toma una foto con CR 7 y (mi gran amor platónico) James Rodríguez como si fueran sus mejores amigos de toda la vida y en la noche llama por teléfono a su abuelita para pedirle que ore por él -.


Esta experiencia de tener a un tico como portero en el equipo de fútbol más famoso del mundo nos sirve, incluso, para retratarnos como sociedad; y con todo respeto, el panorama que estoy viendo de la Costa Rica que somos no me gusta para nada.

Por mi parte, yo sólo digo: Bien por Keylor. Ojalá esta hermosa patria produzca muchos más hombres (y mujeres) como él.

11 jun 2015

Yo decidí ser mamá del corazón

Hoy mientras veía noticias, pude sentirme identificada con una entrevista  - de esas en vivo, en el set, con gente común – en la que un muchacho y una mujer ya grande hablaban de sus decisiones de vida: En el caso de ella, no se había casado y en lugar de hijos tiene 3 perros, y en el caso de él, un muchacho soltero que se hizo la vasectomía porque no quiere tener hijos jamás.

Independientemente de si uno comparte o no esas decisiones, es rico ver a gente que toma una decisión distinta a la de la mayoría y la defiende a capa y espada porque es, finalmente, lo que quiere hacer, sin dejarse llevar por convencionalismos o la presión social.
Esa lucha también es mía.

Yo, siendo una integrante de una gran familia, patriarcal, conservadora, católica hasta la cepa y machista, decidí romper esquemas y pagar la factura.

Elegí ser una mujer profesional, salí de la casa de mis padres a los 17 años, me fui a la capital y nunca me he visto obligada a estar con un hombre para sentirme completa. Además, tengo 24 años y sigo soltera. Y he decidido no ser mamá biológica.


Yo quiero formar un hogar con un buen hombre – no necesariamente casarme – y adoptar 2 bebés cuando ya seamos una pareja madura.

Mi decisión de adoptar y no parir es algo que medito cada día. Quiero estar segura de poder darles un hogar a mis hijos adoptivos, porque en caso contrario, preferiría no tener hijos de ninguna forma.

Nunca antes, creo, la decisión de ser madre ha debido tomarse con mayor conciencia que ahora. Vivimos en un país carísimo, con crisis fiscal, donde cada día aumenta el desempleo, las profesiones que tenemos la mayoría – ciencias sociales y médicas – no son las que generan más oportunidades  y la calidad de vida que quiero darle a mis retoños debe ser, al menos, tan buena como la que yo he tenido.

Quiero para mis hijos una buena escuela, ropa y comida, un techo digno, muchos libros y juguetes y oportunidades de desarrollarse como seres humanos, a plenitud.

Quiero que mis hijos sientan sed de crecimiento profesional, personal y sobretodo, espiritual. Quiero que se conviertan en hombres y mujeres de bien, temerosos de Dios y defensores de los derechos humanos; amigos de la naturaleza y respetuosos de toda vida (amantes de los animales por convicción y no por moda) y sobretodo, personas felices.

Quiero que puedan seguir sus sueños: si desean ser músicos, pintores, arquitectos o astronautas quiero estar ahí, con ellos o ellas, aplaudiendo cuando toquen, pinten, construyan o viajen a otro planeta. ¡Yo seré su mayor fan!

Quiero que mis hijos o hijas se sientan con la confianza de decirme si su corazón palpita por un hombre o una mujer – o si puede llegar a palpitar por ambos -; que su sexualidad, su color de piel, gusto musical o deporte preferido sea un argumento más para unirnos como familia y no una excusa para causarnos dolor. Quiero que en mi casa no haya discriminación ni prejuicios.


Y para lograr todo eso, necesito tener tiempo y un amor tan grande que haya sido alimentado desde ahora y hasta el día en que Dios quiera poner a mis hijos o hijas en mi camino.

No sé si serán niños o niñas; o un niño y una niña. No sé si tendrán el cabello rubio o serán unos negros preciosos de ojos oscuros como la noche y dientes blancos como la luna. No sé si serán bebés de un par de meses o niños a punto de entrar a la escuela o el colegio. No sé si serán ticos, africanos, polacos o españoles. Esas cosas son lo de menos.


Sólo quiero que cuando los conozca – juntos o por separado – mi corazón palpite tan fuerte como el de una madre biológica cuando acaba de parir a su pequeño; quiero que mis manos tiemblen de alegría cuando los toque y que su sonrisa sea mi razón de ser y mi mayor orgullo.

Quiero que mis hijos sepan que no importa del vientre en que nacieron, su madre soy yo y eso basta. Que mi amor es incondicional, infinito, y tan fuerte como un huracán si de protegerlos se trata.

Quiero que cuando se vean al espejo me vean a mí. No porque nos parezcamos físicamente, claro está. Sino porque soy yo la mujer que más los ama en el mundo y quiero que cuando vayan creciendo puedan decirme con toda seguridad: Mami vos sos mi casa...

Ah y finalmente valga aclarar que si por alguna razón Dios no pone en mi camino a un hombre lo suficientemente hombre para ser el padre de mis hijos y amarlos tanto como yo, entonces no habrá bronca porque ellos serán mi familia. Y de sólo pensarlo, me emociono hasta las lágrimas.

Y si, aunque no es necesario explicar, alguien quiere saber la razón por la que decidí adoptar, es muy sencilla:

Mis padres biológicos – como todo el mundo sabe – me regalaron cuando era bebé. Mis abuelitos se hicieron cargo de mí, y de pequeña sufrí bullying por ese tema. Pero sé, con total certeza, que tuve un hogar repleto de amor y apoyo. Y sigue siendo así hasta la fecha.

Por esa razón, si mi casa puede ser la casa de 2 ó 3 personitas a las que por alguna razón la vida les quitó la posibilidad de crecer junto a sus papás biológicos, yo quiero ser para mis hijos o hijas lo que mi mamá ha sido para mí: Mi fuerte, mi bastón, mi apoyo, mi mejor amiga, mi maestra y mi gran amor.

No hay más que decir al respecto.

27 abr 2015

La mujer (loca) que no paraba de llorar viendo La Segua

Ayer me vestí con mis mejores galas y me maquillé, como pocas veces lo hice cuando iba a verlo, don Alberto, pero con la intención de que me viera bonita, le alegrara el día y me dijera cosas como “usted tiene un bonito perfil”, o “qué bonita naricilla” o “me alegra verla tan feliz”.


Y fui, también con la intención de no llorar. Pero no pude aguantarme.

Hace casi un año que se fue, don Alberto. Y he luchado contra la nostalgia y el dolor. Creo que iba ganado. La última vez que lloré por usted fue el día de su entierro. Luego lo he recordado sólo con sonrisas. Hasta ayer.

¿Ud sabía que el Teatro La Aduana también se llama Alberto Cañas Escalante? ¿Y que recién estrenaron un nuevo montaje de su querida obra de teatro, La Segua? Es un homenaje para usted y su obra. Y es una producción magnífica. Le habría encantado verla, estoy segura.


La actuación es excepcional. Sobre todo la actriz que hace de “bruja – chismosa”. Y resulta refrescante ver una obra de verdad en las tablas costarricenses. Al final, ponen una foto suya, la iluminan y todo el público le aplaude. Yo también lo hice, mientras lloraba a lágrima viva.

Seguro todo el mundo pensaba: ¿Quién es esa mujer (loca) que llora sin parar en una obra poco sensiblera como La Segua? ¿Qué le pasará? Y yo, hecha añicos, extrañándolo, mi viejo.

Me gustaría tanto ir a su casa, almorzar juntos – en aquella parsimoniosa ceremonia de tres platos y helado de postre que nos servía de escenario para hablar de arte, música, política y periodismo -, leer alguno de sus libros favoritos, ver un balet o una opereta puesta en escena en el Metropolitan de Nueva York, discutir sobre las obras de Goya, Magritte y Monet, y terminar conversando de mis sueños, de mis planes de futuro, y escuchar cuánto confía usted en mí, en mis talentos y capacidades. Y de lo alto que voy a llegar. (Deseo tanto no defraudarlo).


Quisiera ir y contarle que ahora tengo un nuevo trabajo que me encanta. Que mi jefa me inspira y motiva. Decirle que anhelo hacer una maestría en Derechos Humanos y viajar por el mundo (mejor dicho, repetírselo). Y que pronto retomaré mis clases de inglés, que sigo leyendo en italiano y que ya manejo bien. ¿Recuerda que usted me prometió que iría conmigo a pasear en mi carro nuevo?

Ayer más que nunca, me di cuenta de cuánto lo extraño maestro. Usted fue mi familia en San José durante 6 años; me soportó en mis depresiones de niña recién entrada a la U y en mis clímax de profesional novata, ilusionada y eficiente.

Fue usted quién me forjó esa ansia por escalar, escalar, escalar. Por luchar para hacer realidad cada uno de mis sueños. Quien alimentó mi idea de que nada es imposible, de que todo estará mejor; de que el éxito es mucho más que el dinero.

Recuerdo cuando usted me dijo – poco antes de morir – que es inútil esa obsesión de los seres humanos por alcanzar la felicidad con cosas externas, cuando eso se lleva por dentro. Y me gustaría tanto decirle – mientras lo abrazo – que tenía razón. Ahora lo sé. Soy feliz.

Gracias una vez más por seguir a mi lado, desde donde sea que esté. 

De mi colección: "Cartas a Beto Cañas". 

7 abr 2015

Apuestan que soy lesbiana

Ayer por la noche, mi sobrino me contó que un tío suyo (pero no hermano mío) le apostó a que yo soy lesbiana. Y no es la primera vez que me dicen algo así.

En principio, no lo soy. Pero si lo fuera, tampoco tendría nada de malo. 
El tema, es que la teoría de estos “adivinadores de preferencias sexuales” radica en que: 1. No tengo novio. 2. No estoy casada. 3. No he tenido hijos. 4. Todo eso con 24 años de edad (demasiado vieja según parece).
Y por un momento me parece increíble que estemos en pleno Siglo XXI.

En principio: ¿Es necesario tener novio siempre? ¿Necesito estar saliendo con hombres a menudo y haciéndolo público? ¿Debo comentar en redes sociales sobre cada hombre con el que me acuesto, apreto o salgo a cenar? Y si no lo hago entonces ¿soy lesbiana? ¿o asexual? 
Ya llevo más de 2 años sin novio. Y por el momento, no me hace falta. Si llega bien, sino también.
En realidad, ya lo he comentado en este blog en algún momento: Estoy viviendo una de las mejores etapas de mi vida; estoy en paz conmigo misma, me siento sana, feliz y realizada. Y estoy desarrollando un proyecto propio: Aprender a amarme a mí misma, mejorar mi autoestima y conocerme más. ¿Quién soy? ¿Qué me gusta hacer? ¿Cuáles son mis mayores virtudes y mis peores defectos? ¿Qué anhelo obtener en el futuro? ¿Soy bonita? ¿Mi sonrisa puede ser encantadora? Al final, todo lo que quiero es parecerme más a la mujer que siempre soñé ser.

Y querer vivir a plenitud cada día, sin necesidad de tener una pareja o acostarme con cualquier “mae” no me convierte en lesbiana.
Y repito, ser ser lesbiana no tiene nada de malo. De hecho, creo que las mujeres somos las criaturas más maravillosas y complejas que existen; mucho más brillantes y delicadas que la mayoría del género masculino; pero no es mi caso. No me gustan sexualmente las mujeres. Los hombres, por el contrario, son mi debilidad.
Hoy leí en Internet algo que viene a cuento:
“He decidido estar sola por un tiempo. Y con sola, no me refiero a aislarme de las personas, sino a aislarme del amor de pareja y las mariposas en el estómago, para concentrarme en mí y crecer como persona.
He decidido dedicar más tiempo a lo que me apasiona, a mis amigos y familia. Leer más, escribir más, bailar más, cantar más, sonreír más, ser feliz por mí misma.
Procurar verme bonita para mí, arreglarme para mí y enamorarme de mi misma”.
Así mismo es.

De momento, no estoy saliendo con algún chico; pero lo he hecho – quizás más veces de las que debería -. Ahora cada día, cada noche, cada fin de semana, tengo una cita romántica conmigo misma.
He procurado comprar vestidos bonitos, maquillarme, hacer dieta y ejercicios y lucir atractiva el mayor tiempo posible. Necesito ser una compañía deliciosa, porque tengo que “estar a mi lado” el 100% del tiempo, y ¿quién querría estar con una "vieja fea que no se soporta ni sola"?
P.d: Además, así como respeto las preferencias sexuales de quienes me rodean (y amo a mis amigos gays y mis amigas lesbianas con toda mi alma), desearía que con quien yo me acueste no sea un motivo de apuestas para nadie. ¡Digo, es que ya es el colmo!

13 mar 2015

La fea costumbre de parecer desesperada

¿Por qué algunas mujeres tienen – creo que gracias a Dios no debo decir tenemos – la fea costumbre de parecer desesperadas?

¿Por qué algunas mujeres no pueden pasar solas – es decir, sin novio – ni un (sábatico) mes?

¿Cuál es la necesidad de sentir que sin un hombre a su lado no son un ser completo?

¿En serio, se creyeron eso de la costilla de Adán?

Es cierto que el amor es fundamental. Si no, no sería la fuerza que mueve al mundo, me dijo un amigo ayer. Pero, cuando estamos con alguien sólo por no estar solos, no puede haber amor – ni propio ni hacia la otra persona -.

Por eso, me parece tan raro, cuando veo en redes sociales a amigas – y amigos también, que no sólo es un problema femenino – que pasan de estar en una relación con Marco, el de los ojos gatos a estar en una relación con Óscar, el moreno musculoso, sin haber estado ni un día SOLTERA.

¿Eso es amor o es la desesperación de no tener que encontrarse a solas consigo misma?

O bien, la chica que pone de perfil, una foto suya haciendo yoga en brasier y le manda invitación al primer “mae” guapo que ve en Facebook, le empieza a hablar y al día siguiente escribe en su estado: “Es un sueño hecho realidad, no quiero despertar”. ¿En serio, hay que recurrir a eso para encontrar pareja?

Alguien me dijo que cuando dejamos de buscar, es cuando suele aparecer la persona ideal. 

Quizás, precisamente sea porque al dejar de buscar dejamos de actuar como desesperadas, nos damos nuestro espacio, nos vemos más seguras y libres, y automáticamente eso atrae a los mejores hombres.


No sé, no es que yo haya encontrado ya al hombre perfecto. O tal vez, sí. Ni que haya superado mi crisis de baja autoestima. Sólo es un punto mínimo: Por favor, por dignidad y amor a Dios, no luzcas desesperada, que en la desesperación “uno acepta cualquier cosa”.

9 mar 2015

La inspiración que nace de tantas mujeres

Ayer se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, una fecha cuyos orígenes son mucho más dolorosos de lo que quizás le atribuimos mientras “felicitábamos” a nuestra mamá, hermanas y amigas.


No obstante, yo sí deseo hacer un homenaje – aquí en mi blog personal, aunque sea de bajo perfil pero desde mi fuero interno y puro – a las mujeres que me rodean, que me acompañan, que me apoyan y que me inspiran; porque son ellas las que día con día me impulsan a seguir adelante, a creer en mí y a luchar por mis sueños.

Primero que nada, debo decir que crecí bajos las faldas de una guerrera; que en sus brazos encontré el calor y el amor incondicional más profundo del universo y que ella no sólo es mi madre sino también mi mejor amiga. Su bondad, su entrega y sus oraciones que nacen del alma obran milagros en mi vida y la de mi familia.


Pero hay otras mujeres: Tía Xinia, Tia Mari, Tia Flor, mis madrinas Nidia y Ligia; mi prima Jéssica Chavarría y mi abuelita Trina (que en paz descanse), quienes marcaron para bien mi existencia y merecen un GRACIAS inmenso y a viva voz.

Y con el paso de los años, he tenido el maravilloso privilegio de conocer a muchas otras mujeres cuyas historias y acciones me conmueven hasta el extremo; y son ellas quienes con su ejemplo me hacen tener aún fe en la humanidad.

Hablo de mi amiga Jéssica, una excepcional periodista de televisión con el corazón más grande del mundo; mi amiga casi hermana Laura Ávila, con su elegancia, sofisticación y buen gusto; hablo de mi adorada Mishelle Mitchell, mi Ave Fénix favorita; de mi nueva jefa Montserrat Carboni y su pasión por los Derechos Humanos; hablo de Silvia Bolaños y su autenticidad e inteligencia. Hablo de Isel, Karina, Stefanía, Rebeca, Fiorella, y muchas otras.


Hablo también de mis dos nuevas amigas: Nazareth y Vivian, ejemplo de superación y trabajo extra. Además, hablo de mi querida Julii, que murió hace un mes pero entregó sus últimos años a luchar por un futuro mejor al lado de mi hermano.

Hablo de mi amiga Karina Vega y su empatía incalculable; de Marce Maury y su invaluable talento y creatividad; hablo de Lucrecia López, la periodista generaleña que presenta en Telemundo y que me brindó su amistad cuando yo era sólo una adolescente que soñaba con ir a la universidad.

Hoy al pensar en mujeres impactantes, fuertes e independientes; valerosas, amables y generosas hablo de muchas de mis colegas y amigas pero también de aquellas a quienes respeto y admiro aunque ni siquiera las conozco: Michelle Bachelet, Oprah Winfrey, Cara Delevigne y Ellen DeGeneres, Eva Longoria, Aung San Suu Kyi, Angela Merkel, Meryl Streep y la fallecida Madre Teresa de Calcuta. Todas ellas supieron alcanzar el éxito – sea cual sea su definición y su precio – y la plenitud de ser ellas mismas incluso en las peores circunstancias; siempre fieles a su esencia. Ellas saben o supieron pelear su batalla y a la vez suman su esfuerzo a la lucha universal que forjamos todas las mujeres en el mundo.


Hoy más que nunca, me siento profundamente orgullosa de ser mujer. He dicho.  

17 feb 2015

El hermoso ejemplo de Eva

En ella se reconcilian las palabras feminismo y feminidad; la política y el arte; la inteligencia y la belleza, afirma un reportaje de la revista Vogue México y Latinoamérica.

Creo que no hay una mejor manera de describirla. Ella es Eva Longoria, una reconocida actriz, empresaria, productora e icono fashion, de ascendencia mexicana. Una de las mujeres que más me inspiran en la vida.

Eva se hizo famosa por interpretar el papel de Gabrielle Solís en la serie de televisión Desperate Housewives (2004-2012); no obstante, su activismo político, su notable felicidad y su exhaustiva labor como filántropa es lo que más motiva. ¡Es la plenitud hecha mujer!

Se trata de una luchadora, un ejemplo a seguir y una mentora para cualquier chica que aspira a hacer realidad sus sueños y alcanzar la cima.



De acuerdo a lo que leí sobre ella, creo que estas son algunas de sus claves del éxito:

ORGANIZADA, DISCIPLINADA Y CON UN ESQUEMA CLARO DE PRIORIDADES
“Siempre he dicho que la gente pierde demasiado tiempo. Yo me he sentado a pensar qué es importante para mí y así dispongo mis prioridades. Hago muchas cosas, pero de forma escalonada; primero mi familia, luego mi filantropía, mi trabajo y mis amigos. Es importante tener energía para conseguir cambias las vidas de quien lo necesitan”.

SOLIDARIA Y COLABORADORA; DEFENSORA DE LOS DERECHOS HUMANOS
“Vemos que cuando defiendes a las personas contra la esclavitud no hay enemigo. Mi lucha trata de mejorar al ser humano y no elijo un tema controvertido a propósito; simplemente intento enfocar la atención en causas que lo necesitan”.

Eva tiene una fundación - Héroes - en pro de las mujeres latinas y los menos favorecidos. Además, recibió el premio Alma por su influyente labor humanitaria.

SANA, SALUDABLE Y BELLA. NADA DE FALSA MODESTIA.
“La salud es importante para mí, y me cuido meditando por las mañanas”.  Corre todos los días, no importa la hora ni el lugar y cuida su alimentación.

“Por supuesto que me preocupo por mi imagen, pero jamás le he dado una gran importancia a la belleza. Habitualmente, trabajo cinco días a la semana, llevo una vida muy saludable y trato de mantenerme joven tanto tiempo como puedo”.

CARIÑOSA, HOGAREÑA Y AMANTE DE SU FAMILIA
“Somos tradicionalmente una tribu que necesita sentir el calor de otras personas y nos gusta rodearnos de gente maravillosa”.


SE RODEA DE MUJERES QUE LA INSPIRAN. SOLIDARIDAD DE GÉNERO.
“Yo crecí con tres hermanas y mi madre y toda mi vida la he pasado rodeada de mujeres. Colecciono mujeres fabulosas e independientes, porque esa es la persona que yo quiero ser. Quiero estar presente en mi vida y por eso elijo rodearme de gente auténtica”.

TRABAJADORA Y DISCIPLINADA
“Me gusta trabajar. Soy mexicana, una raza que sabe lo que significa el trabajo duro y creo que la única manera de conseguir  tantas cosas es manteniendo al día tu lista de prioridades”.

Tiene una productora de cine, televisión y documentales. Es actriz y posee restaurantes de comida mexicana en Estados Unidos.

VALIENTE Y DISPUESTA A ROMPER ESQUEMAS
Eva no se ha vuelto a casar ni tiene hijos o planes de tenerlos, por ahora.
“Yo tengo la familia que he elegido tener. Me rodeo de gente estupenda que contribuye a la rutina de mi vida y a quienes yo contribuyo en las suyas; eso es lo que funciona para mí”.

EXITOSA Y AGRADECIDA CON LA VIDA
“El éxito es mucho mejor que el fracaso, y desde luego, yo no puedo quejarme en absoluto. Reconozco que tengo y he tenido una vida maravillosa”.

En resumen: Ojalá algún día yo pueda ser un poco parecida a Eva. ¡Me muero por conocerla en persona!

16 feb 2015

Cuando tus ex se casan

Hoy confirmé – aunque aún no puedo creerlo – que mi segundo y último novio (hasta la fecha) se casó, y por alguna inexplicable razón llevo cargando en las últimas horas esa extraña sensación de que algo estoy haciendo mal, que me dejó el tren o que el amor no se hizo para mí.


Ya sé que si estoy soltera es por decisión propia; que elegí priorizar mi carrera y mi trabajo por sobre un matrimonio; y que el periodismo (primero), mi familia (después) y más recientemente esta loca aventura de enamorarme de mi misma y disfrutar la vida me han tenido ocupada, pero ahora que estoy en casa, en pijama y después de cenar, puedo sincerarme y gritarlo claramente: ¿Qué tan feo se siente que los dos hombres a los que amaste se casaran con la mujer que conocieron inmediatamente después de vos? ¡Mucho!

Reconozco que cuando DM llegó a mi vida, yo no era – ni de cerca – el mejor partido. Estaba hecha polvo en realidad: Vivía en depresión, era súper insegura de mí misma, me sentía la mujer más fea del mundo, estaba sensible  - y literalmente lloraba por cualquier cosa – y más que enamorarme, me convertí en una extensión de mi novio.


Ambos  éramos casi unos niños, luchando por hacernos un espacio en el periodismo nacional, estresados por trabajar 12 horas al día y hacer guardias los fines de semana; sin dinero de sobra y con una obsesión por adueñarnos del corazón del otro. 

Aún recuerdo cuando me escribió por el Facebook para preguntarme si un día podía invitarme a salir. ¡Cuánto tiempo ha pasado desde entonces!



Y no es que me ponga triste que se haya casado con una mujer madura y estupenda. ¡Claro que me alegra! Le deseo lo mejor del mundo; que esas vacaciones por Europa, las idas a la playa y las fotos soñadas se multipliquen por montón.

Es sólo que, pues, por alguna estúpida razón no esperé hacer frente a un hecho tan concreto sólo dos años después de habernos separado.

No lo amo, pero sí lo amé. Mucho. Y por eso me emociona su felicidad. Y a la vez, me siento rara.

Con Cris fue igual. Ahora está feliz con su mujer y sus dos niños, y me siento inmensamente contenta por él. Pero en su momento, también fue un golpe directo al ego y a la sensatez.



Mi oración para ambos es: Que la luz del amor más auténtico brille para ellos; que las mujeres que eligieron los acompañen hasta el último día y que sus hogares estén en lo profundo de su corazón.


Y evidentemente, les debo un “gracias” por todo el cariño que un día me dieron y por las veces que me hicieron reír a carcajadas. No hay nada más bonito que llevar bellos recuerdos en el alma. 

11 feb 2015

La mujer que maldijo el día en que me parió

Pocas veces – o ninguna – he hablado en el blog de por qué yo crecí en casa de mis abuelos y no con mis padres biológicos. Según he podido observar, en Costa Rica es muy común que esto ocurra. No conozco estadísticas precisas pero muchos de mis amigos fueron criados por sus abuelitos.

El caso es que el pasado lunes por la tarde - luego de enterarme de la muerte de mi pequeña Juliana y mientras buscaba la forma de acompañar a mi hermano en este momento tan difícil – la mujer que me engendró dijo que maldecía de corazón el día en que me parió.

Ella ya ha dicho varias veces que me detesta, que nunca me quiso como a una hija, que evidentemente no fui un embarazo planificado ni deseado, pero no entiendo cuál era la necesidad de maldecirme.

Hace un año discutimos porque ella quería agredir a mi hermanito pequeño – de 6 años en ese entonces – y desde entonces ha dicho que soy una tal por cual y una no sé qué. Todo se lo dice por teléfono a mi mamá (mi abuelita) y ella me lo contó después.

La verdad es sólo una: Pese a que sus palabras tienen poder sobre mi estado de ánimo no doblegará mi fortaleza. Ya crecí y su odio no puede vencerme. Es cierto, yo habría deseado que me aceptara o al menos que me tratara como a una sobrina más, pero si no puedo tener eso, al menos puedo quererme a mí misma. Reconozco mi valor y el amor infinito que Dios siente por mí.

Puedo decir que pese a su desprecio, hizo lo mejor que podía haber hecho por mí: regalarme. Mis abuelos se encargaron de darme una infancia feliz, repleta de amor, sin carencia económicas ni malos ejemplos.


Gracias mamá biológica porque pese a tu maldición me diste el mejor regalo: No me abortaste y me abandonaste en los brazos de los mejores padres del mundo.

31 ene 2015

El reto de ser vegetariana por un mes

Aunque parezca una completa locura. Porque lo parece, yo sé. He aceptado el reto de ser vegetariana por un mes.

Regalaré la carne de pollo y res que compré hace un par de días en el supermercado; guardaré los atunes para después y compraré más frutas y verduras de lo que acostumbro.



Me daré como regalo de cumpleaños – cumplo 24 el 20 de febrero – un mes libre de carne y de frescos gaseosos.

¿Qué por qué lo hago? Supongo que primero que nada por mi salud (debo bajar al menos 12 kilos y mermar la intensidad de mi hígado graso) pero también porque representa un reto para mí.

Normalmente, como carne todos los días. En Cuaresma, casi todos los viernes sin darme cuenta termino comiendo carne; cuando estoy cocinando siempre hago platillos con carne y cuando llevo prisa abro un atún.

Ese apego injustificado y absoluto a la carne me tiene hasta la coronilla.

Por otro lado, hace unos días mientras preparaba mi famosa salsa bolognesa para la pasta, debo reconocer que se me rompió el corazón: de la nada, la carne empezó a botar sangre y se veía tan fresca que sentí como yo misma mataba a la vaca y la convertía en mi almuerzo. No pude con eso.

Además, ¿quién quita y me guste cambiar mi dieta?



Ya veremos cómo me va. Hoy por ejemplo, salí a almorzar con un buen amigo a mi restaurante favorito y pedí de entrada una focacia con ensalada caprese y de plato fuerte me comí media pizza vegetariana; todo con un fresco de albahaca, para coronar con una panacota regada con chocolate.

Bueno bueno, lo reconozco: más vale que disminuya las porciones y mis salidas a comer o la que parecerá vaca seré yo por más vegetariana que termine siendo.

¡Deséenme suerte, carajo!