Hoy confirmé – aunque aún
no puedo creerlo – que mi segundo y último novio (hasta la fecha) se casó, y
por alguna inexplicable razón llevo cargando en las últimas horas esa extraña
sensación de que algo estoy haciendo mal, que me dejó el tren o que el amor no
se hizo para mí.
Ya sé que si estoy soltera
es por decisión propia; que elegí priorizar mi carrera y mi trabajo por sobre
un matrimonio; y que el periodismo (primero), mi familia (después) y más
recientemente esta loca aventura de enamorarme de mi misma y disfrutar la vida
me han tenido ocupada, pero ahora que estoy en casa, en pijama y después de
cenar, puedo sincerarme y gritarlo claramente: ¿Qué tan feo se siente que los
dos hombres a los que amaste se casaran con la mujer que conocieron inmediatamente
después de vos? ¡Mucho!
Reconozco que cuando DM
llegó a mi vida, yo no era – ni de cerca – el mejor partido. Estaba hecha polvo
en realidad: Vivía en depresión, era súper insegura de mí misma, me sentía la
mujer más fea del mundo, estaba sensible
- y literalmente lloraba por cualquier cosa – y más que enamorarme, me
convertí en una extensión de mi novio.
Ambos éramos casi unos niños, luchando por hacernos
un espacio en el periodismo nacional, estresados por trabajar 12 horas al día y hacer
guardias los fines de semana; sin dinero de sobra y con una obsesión por
adueñarnos del corazón del otro.
Aún recuerdo cuando me
escribió por el Facebook para preguntarme si un día podía invitarme a salir.
¡Cuánto tiempo ha pasado desde entonces!
Y no es que me ponga triste
que se haya casado con una mujer madura y estupenda. ¡Claro que me alegra! Le deseo lo
mejor del mundo; que esas vacaciones por Europa, las idas a la playa y las
fotos soñadas se multipliquen por montón.
Es sólo que, pues, por
alguna estúpida razón no esperé hacer frente a un hecho tan concreto sólo dos
años después de habernos separado.
No lo amo, pero sí lo amé.
Mucho. Y por eso me emociona su felicidad. Y a la vez, me siento rara.
Con Cris fue igual. Ahora
está feliz con su mujer y sus dos niños, y me siento inmensamente contenta por
él. Pero en su momento, también fue un golpe directo al ego y a la sensatez.
Mi oración para ambos es: Que
la luz del amor más auténtico brille para ellos; que las mujeres que eligieron
los acompañen hasta el último día y que sus hogares estén en lo profundo de su
corazón.
Y evidentemente, les debo
un “gracias” por todo el cariño que un día me dieron y por las veces que me
hicieron reír a carcajadas. No hay nada más bonito que llevar bellos recuerdos
en el alma.
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