Elizabeth Gilbert escribió
en “Comer, rezar y amar” (mi libro favorito) que orar es hablarle a Dios
mientras que meditar es escuchar su voz.
Ambas prácticas forman
parte de una vida espiritual sana y enriquecedora.
En mi caso particular y desde
niña, cada noche dedico algunos minutos a orar pero pese a que lo intenté
muchas veces nunca podía meditar. No podía despegar mis pies del suelo,
alejarme de la realidad, “dejarme ir”, es decir, nunca lograba meditar de
verdad. Hasta hoy.
Esta mañana, tuve una de
las experiencias más alucinantes de mi vida. Y puedo asegurar con toda
franqueza que no estaba drogada, no había probado ni un sorbo de vino ni me
quedé dormida. Fue simple y sencillamente algo mental que trascendió a lo
físico.
¿Qué fue exactamente lo que
pasó? No sé explicarlo muy bien, pero lo intentaré.
Me acosté en la cobija
suavecita que uso para hacer yoga, me coloqué en una posición cómoda y
relajada, y al ritmo de música zen llevé a mi respiración al siguiente nivel. Y
de un momento a otro estaba afuera, y digo “afuera” de verdad.
En mi visión – no sé cómo
llamar a esta experiencia, para que tengan una idea de lo novata que soy -
estaba acostada sobre la nada - no sentada en la tradicional pose del yogui -, sino acostada en el espacio exterior y el universo me rodeaba;
todo era de un color azul oscuro o negro y había cientos de estrellas
titilando, bastante lejanas (no las podía ver como planetas o esferas sino como
luces).
Sentía cómo me estaba
moviendo, no había gravedad pero yo permanecía de manera horizontal tambaleándome
pocos centímetros hacia un lado y hacia el otro; estaba levitando y sólo
existía el momento presente.
No había más que eso, hasta
que apareció un gran ojo. No recuerdo de qué color era su iris pero sí tengo claro
que no era un ojo enojado, gruñón o endemoniado como el de Sauron en
el Señor de los Anillos. Se trataba más bien de un vigilante que estaba ahí
para cuidarme, para guiarme, era – interpreto yo – el ojo de El Creador del
Universo.
No sé cuánto tiempo duró la
“ceremonia de iniciación”, supongo que sólo un par de minutos, pero fue
maravillosa, deliciosa, completamente desestresante.
Supongo que ESTO (lo que
sea que sea) es el resultado de un proceso de autoconocimiento que llevo
desarrollando desde hace más de 6 meses y espero que en algún momento se
repita.
¿Alguien que me pueda guiar
un poco, por favor? ¿Ahora qué? ¿Debo ir al psiquiatra?
1 comentario:
¡Qué dichosa! Yo no he conseguido nada similar. Tal vez algún día. Lo que sr supone que debes hacer es continuar practicndo, ojalá con la guia de un maestro o maestra. Y, también, evitar caer en la trampa de considerarte iniciada. ¡Adelante!
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