11:19
pm. Aún no puedo dormir. Efecto directo de haber pasado toda la tarde
durmiendo. Era mi domingo libre, estaba en casa y me dediqué a dormir, leer;
leer y dormir.
Como
no puedo dormir, me dieron ganas de escribir sobre algo en particular: La
bendición increíble de que existan segundas oportunidades; de que Dios, la
vida, el Universo, el Ser Supremo o como quieran llamarlo, se apiade de la
naturaleza humana y nos brinde una segunda (tercera, cuarta o quinta)
oportunidad, de vez en cuando, aunque no la merezcamos.
Cuando
nos equivocamos, por ejemplo, en el amor: Elegimos mal a nuestra pareja, nos
hacen sufrir y luego la relación termina, pensamos: No volveré a enamorarme, no
sentiré nunca más algo así por nadie. Pero viene la vida y pum!!! Nos da una
segunda oportunidad.
Cuando
cometemos un error muy grande: Traicionamos nuestros principios,
desaprovechamos el tiempo, tiramos nuestra energía, en fin, perdemos el norte,
Dios nos da la opción de recapacitar, de meditar, de tomar decisiones, de
actuar. Es decir, nos da una segunda oportunidad.
Esa
segunda oportunidad es el regalo más maravilloso, después de la vida. Saber que
nunca es demasiado tarde para empezar a actuar de manera correcta. Saber que
nunca el odio es superior al amor, que nunca el dolor es interminable y que aún
en las pruebas más difíciles, siempre habrá una nueva oportunidad para
recomenzar, para retomar el sendero y luchar por alcanzar el objetivo final: La
felicidad, la plenitud, la estabilidad y el éxito.
Y
yo, en esta noche en que no puedo dormir, dirijo una oración profunda en
agradecimiento justamente porque Dios me acaba de dar una segunda oportunidad.
Y eso, vale más que el oro.