Creo
que lo que está mal en el mundo, es la propia esencia del Ser Humano, o lo que
ha cambiado en ella desde el día en que fue creado. ¡A veces pienso en lo
hermoso que sería este planeta, si no existiéramos nosotros! Nos hemos
convertido en aves de rapiña.
Esta
mañana, mientras almorzaba con don Alberto Cañas - como tantas otras veces en
los últimos años - nuestra conversación giró en torno a la violencia y el odio
que anida en el corazón de la mayoría de las personas y los actos tan terribles
que son capaces de hacer en nombre de cosas tan loables pero mal interpretadas,
como la religión, la sed de justicia o el hambre de superación.
Le
conté a don Beto, algo que horas antes me había contado mi querida profesora de
italiano, Stefania Iannaco: La historia de un hombre alcohólico que vive en la
calle vendiendo chicles y mentas.
La
semana pasada, este muchacho protagonizó una rencilla callejera contra un
conductor que estaba pasando por ahí, en su carro, un sábado cualquiera y que
molesto con las necedades del borracho, sacó un machete y le cortó la cara.
¿Qué
puede tener en la cabeza un tipo que reacciona de forma tan extremadamente
violenta contra un problema que se podía resolver yéndose de ahí, así sin más? ¿Cómo
es posible que un hombre común y corriente esté dispuesto a matar a otro sin
pensarlo dos veces, como si de sentarse en el parque a leer un libro se
tratara?
También,
mencionamos la tétrica experiencia de los atentados en el Maratón de Boston
ocurridos el martes anterior, en el que fallecieron 3 personas y otras 176
resultaron muy mal heridas.
Resulta
que el Gobierno de Estados Unidos dice los culpables fueron dos chicos de
origen checheno – ruso, hermanos, de 19 y 26 años, que eran residentes legales
estadounidenses y musulmanes de corazón. Como dijo mi amigo Alonso: ¡Qué tan
cliché!
El
mayor murió dos días después del atentado, en un operativo policial. Y el más
chico y con cara de ángel, fue detenido anoche. ¡Ahí tienen a los supuestos responsables!
Cosa que no me creo mucho, pero bueno.
En
caso de que fuera real la versión gringa
de los nuevos seudo terroristas, me pregunto ¿Qué puede motivar a un guapo
joven de 19 años, estudiante de una de las mejores universidades del mundo
(Cambridge) y con un brillante futuro por delante, a colocar bombas caseras y
arrancarle piernas y brazos a inocentes y saludables corredores?
También
pensé en un viejo amigo de la infancia que fue asesinado en mi pueblo, durante
una típica y pacífica feria deportiva, la tarde de un domingo, frente a decenas
de niños, por un problema entre familias.
Todo
esto viene a cuento porque durante la clase de cultura italiana de hoy, vimos
una película sumamente emotiva y cruda que se llama: Io non ho paura. (No tengo
miedo).
El
filme narra la historia de dos chicos de 10 años: Michele (Miguel) y Filippo
(Felipe). El primero es un niño encantador, travieso y sumamente valiente,
atrevido y con coraje. El segundo, es un niño tímido y educado, que fue
secuestrado y está muriendo de hambre y sed, en un foso lleno de humedad,
suciedad y oscuridad. Michele está dispuesto a mantener vivo a su nuevo amigo,
hasta que descubre que su padre es uno de los secuestradores. A partir de ahí,
empieza una verdadera odisea fundamentada en la amistad y la valentía.
Sin
embargo, lo que más me impactó de la película es ver hasta dónde están
dispuestos a llegar algunos adultos, justificándose en la pobreza.
Yo
nunca he sido pobre. Es decir, nunca he tenido que quedarme sin comer por falta
de alimento, o que andar descalza porque no tengo zapatos. Pero pienso, con
todo respeto, que la pobreza no puede servir de argumento para secuestrar a un
pequeño y dejar que se muera de hambre y frío, mientras se desangra en un viejo
pozo, a raíz de las heridas que le provocan las cadenas.
Creo
que pocas veces he llorado tanto viendo una película. Ni he pensado en ella
luego de terminar de verla, como con Non ho paura.
Sí,
este mundo no es justo. Creo que nunca lo ha sido y probablemente jamás llegue
a serlo. Pero la violencia y el odio sólo pueden crear más violencia y odio. No
hay nada diferente que esperar del karma de un planeta lleno de humanos
defectuosos y egoístas.
O quizás
sí. Dicen que si cada individuo se preocupara por su salud mental, su
equilibrio emocional y su estabilidad espiritual, y buscara la paz y el amor
dentro de su corazón, como una lucha propia, sin pretender cambiar a los demás,
sólo a sí mismo, todo sería más fácil y el final de la guerra estaría cada vez
más cerca.
Quizás
si la ambición descontrolada, la agresión, la envidia y el dolor fuera
sustituido en lo más profundo de cada ser por la oración, la meditación, el
agradecimiento y la amistad, estaríamos más próximos a encontrar el Verdadero
Equilibrio del Ser, en este mundo terrenal.
La
semana pasada conocí a una brillante y preciosa chica de 19 años, cubana,
residente en Estados Unidos pero enamorada de Costa Rica y especialmente de
Pérez Zeledón, que me dijo muy convencida: ¡Cuánto me alegra saber que aún
existe gente buena en el mundo! Y yo le dije: ¡Eso es lo que hace que aún valga
la pena seguir aquí!
Y lo
sigo pensando: Que la gente buena, aunque está en peligro de extinción, es una
razón muy concreta para seguir teniendo fe en la Humanidad. ¡Que reine la paz en
el mundo! Cada noche, oro por eso.