22 jun 2016

Mi Primer Acoso

En abril anterior, la activista y columnista colombiana Catalina Ruiz-Navarro publicó en su cuenta de Twitter un mensaje pidiendo a las mujeres que escribieran cómo fue su primera experiencia de acoso callejero, usando el hashtag #MiPrimerAcoso.

La idea era generar conciencia sobre la normalización que socialmente se ha desarrollado alrededor del manejo de poder de los hombres contra las mujeres, como si nuestros cuerpos les pertenecieran a ellos, como si fuéramos un objeto sexual, sin sentimientos ni derechos.


Ese hashtag fue usado casi 100.000 veces en unas pocas horas, coincidiendo con una marcha en decenas de ciudades de México contra la violencia hacia las mujeres, según informó la BBC de Londres.

En ese momento, pensé en mi experiencia personal. La verdad no estoy segura de cuándo viví mi primer acoso. Quizás fue cuando sólo tenía 10 u 11 años y caminaba con mis primas ya adolescentes por las estrechas calles de un INVU en Pérez Zeledón y unos chiquillos nos gritaron cosas.

Tiempo después, cuando ya tenía 14 años y fui a hacer mandados al centro de San Isidro de El General, un tipo gordo y viejo, que me pareció asqueroso, se acercó demasiado y me dijo: ¡Qué ricas tetas!.

En esa ocasión, me sentí tan ultrajada. Me dio tanta rabia. Pero el miedo me paralizó y no lo enfrenté. Ahora lo lamento.

Lo lamenté hace unos días, cuando mi sobrina de 15 años me contó que unos muchachos la siguieron y le dijeron cosas vulgares. Ella se vio obligada a llamar a su papá y pedirle, llorando del susto, que fuera a recogerla.


Pero lo que más rabia me dio fue que mi hermano y su esposa le dijeron: ¡Ay mi niña, y apenas está empezando!, y le hicieron creer que pronto se acostumbrará a ser acosada en la calle. Como si eso estuviera bien, como si fuera correcto, como si ella tuviera que aceptar que hombres extraños, desconocidos e irrespetuosos la ofendan sólo por el hecho mismo de ser mujer; por tener senos, caderas, vagina.

Le dije que NO. Que ellos son quienes están mal. Que no tenía por qué aceptarlo y menos acostumbrarse. Que la próxima vez los denunciara con los oficiales de policía que estuvieran más cerca. Pero al mismo tiempo tuve que advertirle que es mejor que no salga sola. Que se cuide. Como si ella tuviera la culpa.

Y en ese momento me di cuenta de todo lo que hemos hecho mal como sociedad…

De los hombres que estamos criando: muchos de ellos con complejo de superioridad, de “macho alfa con pelos en el pecho” y la supuesta autoridad para violentar a las mujeres que se topen por la calle; y las mujeres, víctimas de ese machismo, a quienes no les hemos dado los recursos ni la formación para empoderarse y quienes no reciben por herencia un mundo igualitario, equitativo, inclusivo y respetuoso.

De hecho, en el #DíaSinCarroCR 2016 cuando decidí ir caminando hasta mi trabajo, recordé por qué a veces no salgo de casa si no es en carro: 4 hombres me dijeron obscenidades en un trayecto de 40 minutos por San José. Terrible. 

Por eso, quisiera para mi sobrina, para mis futuras hijas y nietas, un país mejor, donde puedan elegir su ropa sin pensar en el qué dirán los hombres que las vean, sin temer a que las violen, las toqueteen y les digan groserías. Quisiera para ellas y para mí un mundo sin acoso callejero, con la libertad suficiente para caminar por la calle sin temblar de miedo.

8 jun 2016

¿Qué nos importa más?

Recientemente, en redes sociales he visto una oleada de comentarios hablando de – por no decir criticando o “comiéndose viva” a – una joven que besó, en un concierto de música urbana, al cantante de reggaetón, Maluma.

La mayoría de esos cientos de comentarios la tachaban de “tierrosa” y cosas peores; nadie hablaba de su esfuerzo por cursar la carrera de Periodismo en San José pese a venir de Ciudad Cortés, muy lejos de la capital; de su humildad, de su valentía para sacar adelante a su hija sólo con el apoyo de sus padres, y de su forma tan ardua de trabajar como modelo, en temas de belleza, y como reportera en medios locales.

Según pude ver, la cantidad de comentarios sobre ese tema – que finalmente sólo le incumbe a ella – superaban por decenas el total de comentarios que vi en redes sobre Christiana Figueres Olsen, cuando realizaba una extraordinaria labor como  Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), durante la COP21 en París.


También eran muchos comentarios más de los que leí cuando, el 23 de mayo anterior, el periódico La Nación, dio a conocer que la ingeniera costarricense Sandra Cauffman es la nueva subdirectora de la División de Ciencias Terrestres de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA).

En el caso de Cauffman se trata de un puesto que se encuentra inmediatamente debajo de los colaboradores de confianza del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, según explicó La Nación.

Los comentarios sobre la chica que besó a Maluma también fueron más que los que encontré en Facebook sobre la Dra. Josette Altmann, quien acaba de ser electa por unanimidad como nueva Secretaria General de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).


O más de los que leí sobre Shirley Cruz ahora que fue nominada a mejor jugadora de la temporada en la liga francesa, por tercera vez en su carrera, y además, elegida en el equipo ideal de la Champions por la UEFA.

Los comentarios sobre la fan de Maluma seguro que superan los mensajes positivos sobre  la tica Rebeca Grynspan, - actual Secretaria General de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), que coordina las cumbres de la Comunidad Iberoamericana de Naciones – o sobre Milena Grillo, directora ejecutiva de la Fundación Paniamor, quien fue postulada por el Gobierno de Costa Rica para formar parte del Comité de los Derechos del Niño en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y muchas otras mujeres costarricenses que ponen en alto su nombre y el de Costa Rica.

Este análisis, para mí, lo único que dice es que a las y los costarricenses parece que nos importara más "serrucharle el piso" a la gente, burlarnos de quienes consideramos inferiores por sus gustos musicales u otras características, que reforzar el reconocimiento que se merecen las personas por sus logros, por su esfuerzo personal y por su trayectoria profesional, especialmente si trata de mujeres.

Porque en este tema, no podemos obviarlo, está incluido el asunto de género. ¿O acaso habríamos criticado igual a algún hombre que hubiera besado en un concierto a Jennifer López?

Insisto, para mí, la oleada de comentarios sobre la joven que besó a Maluma, la importancia que se le dio a ese asunto, las decenas de conversaciones que debió generar, habla peor de las y los costarricenses – y de lo que nos importa en la vida – que de ella.