Estoy hasta la coronilla de
los "serruchapisos" que siempre hablan mal de Keylor Navas, desde periodistas
deportivos hasta “críticos profesionales de las redes sociales”. Todos los santos días hay notas en la TV, el
periódico, la radio y cualquier perfil de Facebook intentando encontrar lo
negativo en su desempeño o incluso, en su vida privada.
Que si Keylor está
fingiendo la lesión. Que si fue su culpa que perdieran el partido. Que si
cuando el entrenador lo llamó fue para regañarlo. Que si es
sólo un porterillo más para pasar el rato mientras acuerdan la compra de otro.
Que si se casó por la Iglesia por moda o porque es católico de verdad. Que si
su esposa llevaba mucho maquillaje durante la boda. Que si Keylor compró un
carro de x marca o viste una camiseta que vale 100 mil.
Todos se creen miembros de la
Directiva del Real Madrid. Todos son el entrenador del mejor equipo del mundo o
peor aún, Dios Todo Poderoso. Todos tienen un aporte que hacer al respecto en
la estridente competencia por ser quién más daña el prestigio del portero
tico.
Navas no es santo de mi devoción,
lo reconozco. Digamos que cuando lo conocí no me cayó muy bien. Pero su
historia es inspiradora. Es un luchador, un guerrero. Empezó desde abajo: nació
y creció en una familia humilde de Pérez Zeledón donde su abuelita lo cuidó con
cariño; hijo de una madre honesta y trabajadora y un padre de origen indígena
Térraba. Entrenaba en el pueblo y luego, arriesgó todo, dejó la protección de
su casa y el calor de su hogar para vivir en San José, siendo sólo un jovencito, con
tal de perseguir su sueño que hoy lo lleva hasta España.
Hoy, ese chiquillo moreno y
guapo de la Zona Sur se codea con los grandes; NO por suerte o porque De Gea cobra mucho o
porque al Real le sobra plata (como para tener montones de porteros en banca), sino
porque es talentoso, perseverante y sigue sus sueños. Punto. Se lo merece. Se
lo ha ganado.
¡Ya basta de achacarle a
mil circunstancias externas el éxito de un hombre que ha breteado hasta el cansancio
por estar donde está!
¿Si fuera un muchacho
pudiente diríamos que está ahí por argolla? ¿Si fuera mujer diríamos – como muchas
veces odiosamente pasa – que llegó a la cima porque se acostó con el jefe o el
entrenador de turno? ¿Si fuera argentino diríamos que está ahí porque los
argentinos o los brasileños siempre son “toda” en el fútbol? ¿De un extranjero
es aceptable que sea bueno, pero los ticos somos tan poca cosa que no podemos
ser exitosos en el campo que sea?
Déjemos de ser tan
envidiosos, tan egoístas, tan poco empáticos y celebremos que Keylor está donde
está; que sea el portero del Real Madrid. No para que él nos deposite una parte
de su (impactante) salario como agradecimiento por hacerle barra, sino porque
viéndolo a él podemos tener la absoluta certeza de que nosotros también
podemos.
Nosotros también podemos
sacar una carrera; montar una empresa propia; viajar por el mundo; practicar un
deporte; tener una vida sana; sacar adelante una familia o cualquiera que sea
nuestra meta. Porque tenemos la capacidad para soñar y la voluntad para hacer
realidad esos sueños. Igual que Keylor.
Que Keylor nos sirva de
ejemplo. Que Keylor nos inspire.
Aún recuerdo el discurso
que dio en Pérez cuando – erróneamente – le pusieron su nombre al humilde
estadio local. ¡Fue increíble! Se me puso la carne de gallina y lloré de la
emoción. (Si algún día lo despiden del Real que se dedique a dar charlas
motivacionales). Y todo su mensaje se resume en la siguiente línea: “Si yo lo
logré, ustedes también pueden hacerlo.”
¿Pero cómo vamos a lograrlo
si estamos demasiado ocupados hablando mal de Navas? ¿Cómo vamos a lograrlo si
estamos siempre enfocados en criticar a los demás, en hablar de los demás, en
burlarnos de los demás; de sus esfuerzos, de sus sueños, de su trabajo?
Keylor es sólo un ejemplo
de la horrible guerra que le decretamos a muchas otras personas cuando son
exitosas. Porque la prosperidad del otro nos molesta, nos estorba; nos hace
darnos cuenta de lo que podríamos haber sido y quizás no somos.
Y lo que molesta aún más
que el éxito ajeno, es que ese éxito haya sido alcanzado por un ser humano que
es auténtico – que, por ejemplo, se toma una foto con CR 7 y (mi gran amor
platónico) James Rodríguez como si fueran sus mejores amigos de toda la vida y
en la noche llama por teléfono a su abuelita para pedirle que ore por él -.
Esta experiencia de tener a
un tico como portero en el equipo de fútbol más famoso del mundo nos sirve,
incluso, para retratarnos como sociedad; y con todo respeto, el panorama que
estoy viendo de la Costa Rica que somos no me gusta para nada.
Por mi parte, yo sólo digo:
Bien por Keylor. Ojalá esta hermosa patria produzca muchos más hombres (y
mujeres) como él.